Portugal vota entre la estabilidad económica y la inestabilidad política

Este domingo, los portugueses regresan a las urnas —por quinta vez desde 2015— para decidir si ponen fin a una etapa de gobiernos efímeros o si continúa el ciclo de inestabilidad que ha marcado su política reciente. Con estos nuevos comicios, Portugal se convierte en el segundo país de la Unión Europea que más elecciones legislativas ha celebrado en la última década, solo superado por Bulgaria.
El primer ministro y candidato de AD, Luís Montenegro, el miércoles, en un acto con simpatizantes en Arcos de Valdevez. Foto: Miguel A. Lopes, EFE.
El primer ministro y candidato de AD, Luís Montenegro, el miércoles, en un acto con simpatizantes en Arcos de Valdevez. Foto: Miguel A. Lopes, EFE.

La paradoja portuguesa es clara: la economía ha resistido, pero la política se tambalea. En los últimos años, Portugal ha registrado mejoras sostenidas en varios indicadores clave:

  • El desempleo ha disminuido notablemente.
  • La desigualdad y la pobreza energética se han reducido.
  • La deuda pública ha sido contenida.
  • El país ha ganado reputación por su estabilidad macroeconómica, incluso durante momentos de turbulencia europea.

Sin embargo, en contraste con esos avances económicos, la política portuguesa ha vivido una sucesión constante de crisis institucionales y adelantos electorales, desdibujando lo que, hasta hace poco, era una imagen de moderación y continuidad.

¿Qué está en juego este 18 de mayo?

Estas elecciones anticipadas se celebran tras la renuncia del primer ministro socialista António Costa, envuelto en una investigación judicial por presunta corrupción en contratos energéticos. Aunque Costa no ha sido formalmente acusado, su dimisión desató una crisis política que obligó a convocar nuevos comicios, apenas dos años después de haber obtenido una mayoría absoluta.

El Partido Socialista (PS), ahora liderado por Pedro Nuno Santos, busca revalidar su papel como eje de estabilidad en un panorama fragmentado. En frente, la centroderecha, encabezada por la Alianza Democrática (una coalición liderada por el Partido Social Demócrata, PSD), intenta capitalizar el desgaste del gobierno saliente.

Mientras tanto, el ascenso de partidos más radicales, como el populista Chega, liderado por André Ventura, añade una dosis de incertidumbre y podría obligar a pactos impensables hasta hace poco.

De ejemplo europeo a votante frecuente

Portugal fue, durante años, visto como un modelo de recuperación y equilibrio institucional en la Europa del sur, en parte gracias a la llamada “geringonça”, la coalición de izquierda que sostuvo a Costa desde 2015. Pero la falta de una cultura de coaliciones formales, sumada a escándalos y rivalidades internas, ha provocado un efecto dominó de rupturas políticas que han llevado al país a repetir elecciones una y otra vez.

En total, cinco comicios legislativos en nueve años, con gobiernos de corta duración o en minoría, muestran que el sistema portugués sufre una creciente dificultad para sostener pactos duraderos.

Claves para entender la elección

  • ¿Qué busca el electorado? Estabilidad institucional y confianza en las instituciones, tras años de escándalos políticos.
  • ¿Qué temen los partidos tradicionales? La irrupción de fuerzas extremas que modifiquen el equilibrio parlamentario y obliguen a alianzas incómodas.
  • ¿Qué puede definir la elección? La capacidad de movilizar a los indecisos, el impacto del voto joven y la percepción de que la economía no compensa la incertidumbre política.

¿Estabilidad o fragmentación?

Lo que está en juego este domingo no es solo un cambio de partido en el poder. Es la posibilidad de que Portugal recupere un horizonte político claro, capaz de sostener reformas, preservar los avances económicos y evitar la volatilidad institucional. En un continente marcado por la polarización, Portugal se juega su lugar como ejemplo de gobernabilidad moderada o como otro caso más de democracias atrapadas en la inestabilidad crónica.

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Redacción El Objetivo

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