Polonia entre dos caminos: liberalismo europeo o conservadurismo nacionalista

Votantes llevan sus boletas a las urnas tras el inicio de la primera ronda de las elecciones presidentales polacas en Łomianki, cerca de Varsovia, el domingo 8 de mayo de 2025. (AP Foto/Czarek Sokolowski)
Votantes llevan sus boletas a las urnas tras el inicio de la primera ronda de las elecciones presidentales polacas en Łomianki, cerca de Varsovia, el domingo 8 de mayo de 2025. (AP Foto/Czarek Sokolowski)

Polonia va a segunda vuelta. Y no solo para elegir presidente: el país elegirá entre dos modelos de nación. El liberalismo proeuropeo del alcalde de Varsovia, Rafał Trzaskowski, y el conservadurismo nacionalista del historiador Karol Nawrocki, se enfrentarán el 1 de junio en una elección que definirá mucho más que un relevo presidencial.

Según la encuesta a pie de urna de Ipsos, Trzaskowski obtuvo el 30,8% de los votos y Nawrocki el 29,1%. Ninguno alcanzó el 50% necesario para evitar el balotaje. La tercera fuerza fue el candidato de extrema derecha Sławomir Mentzen, con un 15,4%, una señal de que el descontento y la radicalización no son marginales en el electorado polaco.

Ambos finalistas encarnan polos opuestos: Trzaskowski es un aliado clave del primer ministro Donald Tusk y defensor de una Polonia moderna, integrada en la Unión Europea, con reformas en justicia y medios públicos. Nawrocki, sin experiencia política previa, ha construido su campaña desde la defensa de los “valores tradicionales” —Dios, honor y patria— y con el respaldo del partido Ley y Justicia (PiS), que gobernó entre 2015 y 2023.

La presidencia en Polonia no es meramente simbólica. Aunque el gobierno central recae en el primer ministro, el presidente tiene poder de veto, es comandante en jefe y tiene influencia decisiva en política exterior. Así lo demostró el presidente saliente, Andrzej Duda, quien usó su poder para frenar buena parte del programa de Tusk.

No es casual que el tono nacionalista haya ganado terreno. Nawrocki se presenta como garante de soberanía frente a Bruselas, y su narrativa encaja en la creciente desconfianza hacia las instituciones europeas. Mentzen, desde la derecha dura, canaliza el descontento con una retórica antielitista, euroescéptica y liberal en lo económico.

Pero Trzaskowski apela a otro tipo de sensibilidad: la de una clase media urbana que anhela estabilidad democrática, una justicia despolitizada y relaciones internacionales predecibles. En su bastión, Varsovia, muchos lo ven como un símbolo de reconciliación nacional.

La segunda vuelta será una elección entre apertura y repliegue. Entre una Polonia más conectada con Europa y otra más aferrada a su pasado. Lo que está en juego no es solo quién firma las leyes o representa al país en foros internacionales. Es el rumbo político, cultural y geoestratégico de la nación en los próximos años.

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Redacción El Objetivo

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