En un mensaje publicado en su cuenta de X, el mandatario colombiano afirmó que “hay quienes quieren satanizar” su viaje por considerar que Colombia debería “mirar a un solo lado”. La frase, con tono desafiante, revela el trasfondo de una discusión mayor: ¿hacia dónde debe girar la política exterior colombiana en un mundo que ya no gira exclusivamente alrededor de Washington?
Petro no solo defendió la necesidad de estrechar lazos con China, sino que lo hizo en el marco de su papel como presidente pro tempore de la Celac, desde donde impulsa una agenda de relacionamiento multipolar. Según el jefe de Estado, Colombia no puede quedarse atrás en una era donde incluso Estados Unidos —histórico aliado hemisférico— ha comenzado a reducir aranceles con Pekín para desescalar tensiones comerciales. “Si EE. UU. puede relacionarse con China, ¿por qué Colombia no?”, cuestionó Petro, aludiendo a la reciente distensión entre ambas potencias.
Pero su apuesta no es solo retórica. El mandatario confirmó que Colombia firmará su adhesión a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, conocida como la “Ruta de la Seda”, un megaproyecto de infraestructura y conectividad global promovido por el gobierno chino. Para Petro, esta es una decisión soberana que se basa en principios de igualdad y respeto mutuo. La geografía también pesa: resaltó el rol estratégico del país por su conexión interoceánica con Panamá, lo que —según él— permite proyectar a Colombia como un eje comercial y tecnológico entre América, Asia y Europa.
El anuncio se produce además en vísperas de su reunión con el presidente Xi Jinping, en la que se discutirán temas de inversión y exportaciones colombianas. Pero más allá de lo comercial, Petro ve en este acercamiento un gesto simbólico de lo que podría ser una nueva arquitectura internacional para América Latina.
En ese marco, reveló que la Celac ha solicitado una cumbre con Estados Unidos, complementaria a las ya previstas con China y la Unión Europea. El mensaje es claro: Latinoamérica quiere tener voz propia en el concierto global, y Colombia —por ubicación y ambición— busca ocupar un lugar central.
Con este movimiento diplomático, el presidente se distancia de la tradición unidireccional de la política exterior colombiana y busca inscribir al país en el tablero geopolítico del siglo XXI. El costo político interno está por verse. Lo cierto es que Petro ha decidido jugar en las grandes ligas del ajedrez global, incluso si eso implica incomodar a viejos aliados.