La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, logró este domingo un inusual éxito diplomático al reunir en Roma al vicepresidente estadounidense JD Vance y a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.
Para Meloni, la reunión fue más que una fotografía institucional. Representa un intento explícito por redefinir el lugar de Italia en la arquitectura geopolítica occidental, en un momento en que la Unión Europea sufre presiones centrífugas y Washington se prepara para un posible segundo mandato de Donald Trump. Meloni se ofrece como traductora de lenguajes ideológicos y políticos cada vez más divergentes.
“Estoy muy orgullosa de acoger este diálogo”, dijo antes del encuentro, recordando que la idea surgió durante su reciente visita a la Casa Blanca. Lo que está en juego no es solo el comercio —competencia de la Comisión Europea—, sino el papel mismo de Europa como actor estratégico en un orden global en transición.
La elección de JD Vance, una figura emblemática del trumpismo, no fue casual. Representa una señal inequívoca de que el ala dura del Partido Republicano ya no es periférica, sino central en la proyección internacional de EE. UU. Y Meloni, cuyo partido postfascista Fratelli d’Italia ha buscado legitimidad dentro del sistema institucional europeo, intenta ejercer un papel bisagra entre esta nueva derecha americana y la Europa comunitaria.
JD Vance elogió a Meloni como “una buena amiga” y reconoció su disposición a ser “constructora de puentes”. Von der Leyen, más cauta, expresó su esperanza de alcanzar “un acuerdo comercial justo para ambas partes” y subrayó la necesidad de mantener la unidad en el apoyo a Ucrania. Pero la imagen de la presidenta de la Comisión flanqueada por un representante de Trumpismo marca un giro notable en las formas y el fondo de la diplomacia europea reciente.
Meloni viene tejiendo con cuidado una narrativa en la que Roma se erige como nuevo polo de liderazgo conservador en Europa, en contrapeso al eje tradicional París-Berlín. Su distanciamiento de la iniciativa impulsada por el británico Keir Starmer para desplegar tropas europeas en Ucrania fue interpretado como una maniobra para alinear su política exterior con los intereses estadounidenses más que con los de sus socios continentales.
La tensión con Emmanuel Macron ha sido particularmente evidente. El presidente francés la acusó recientemente de propagar “información falsa” sobre su ausencia en una cumbre clave con Volodímir Zelenski y Trump. La exclusión de Meloni de esa mesa subrayó la fragmentación del bloque europeo en cuanto a la estrategia frente a Rusia, pero también ofreció a Italia la oportunidad de diferenciarse con un perfil más pragmático y atlantista.
Para algunos analistas, el éxito de Meloni tiene un doble filo. “Meloni ve a Washington como la clave para cualquier solución en Ucrania, pero también para reforzar su posición dentro de Europa”, señala Lorenzo Castellani, de la Universidad LUISS. “Sin embargo, existe el riesgo de que Italia sea instrumentalizada por una agenda estadounidense que no necesariamente busca fortalecer la unidad europea, sino explotarla”.
El simbolismo del encuentro fue potente, pero no oculta las tensiones estructurales: mientras Washington busca replegarse y centrarse en China, Europa lucha por definir una autonomía estratégica que sigue sin concretarse. En ese vacío, líderes como Meloni ganan visibilidad.
No hay que perder de vista el calendario. Con las elecciones europeas de 2026 en el horizonte y Trump bien posicionado para regresar a la Casa Blanca, Meloni parece estar apostando a un rediseño del tablero occidental. Un diseño en el que el centro cede terreno y los extremos —conservadores duros, soberanistas, euroescépticos— ganan espacio institucional.
Por unas horas, Roma fue el centro de la diplomacia global. Zelenski se reunió con funcionarios estadounidenses, participó en la misa del nuevo papa León XIV y mantuvo contactos con líderes europeos. Pero más allá del protocolo, el mensaje político fue claro: Italia quiere jugar un papel mayor. Lo que falta por ver es si este juego fortalece a Europa… o la fractura aún más.