El Parlamento de Hungría aprobó este martes una controvertida reforma constitucional impulsada por el primer ministro Viktor Orbán, que restringe derechos civiles y refuerza el poder del Ejecutivo. La medida incluye la prohibición de actos públicos de la comunidad LGBTQ+, establece constitucionalmente que solo existen dos géneros —hombre y mujer—, y habilita la suspensión temporal de la ciudadanía a personas con doble o múltiple nacionalidad.
Las modificaciones, aprobadas con la mayoría que ostenta el partido Fidesz, son interpretadas por analistas y opositores como un paso más hacia un modelo autoritario. Algunos observadores han calificado esta deriva como una forma de “putinismo blando”, en alusión al estilo político del presidente ruso Vladimir Putin.
La nueva legislación representa un nuevo capítulo en la ofensiva de Orbán contra la comunidad LGBTQ+, los medios de comunicación, el poder judicial y las organizaciones civiles. Desde su regreso al poder en 2010, el mandatario húngaro ha concentrado poder, amparado en una narrativa de soberanía nacional y lucha contra “interferencias extranjeras”.
La reforma también permite retirar por hasta 10 años la ciudadanía a personas con múltiples nacionalidades consideradas una amenaza para los intereses del país. Aunque no se menciona directamente, la medida podría afectar a figuras como George Soros, filántropo húngaro-estadounidense y habitual blanco de ataques del oficialismo.
Un grupo de más de 30 juristas húngaros ya denunció la iniciativa como una violación de los tratados internacionales de derechos humanos. La legislación secundaria que reglamenta el procedimiento para retirar la ciudadanía aún debe ser votada.
Para Szabolcs Pek, analista jefe del think tank Iranytu Intezet, “se está reduciendo el espacio para la oposición política, el periodismo independiente y la sociedad civil”. Pek advirtió además que el veto al Orgullo LGBTQ+ es “una trampa” para Peter Magyar, ex aliado de Orbán y hoy líder de la creciente fuerza opositora TISZA: si se pronuncia en contra, podría perder apoyos conservadores; si guarda silencio, decepcionará al electorado liberal.
La reforma se produce en un contexto de declive de apoyo a Fidesz, el partido de gobierno, y a un año de las próximas elecciones parlamentarias. Según los últimos sondeos, TISZA ha empezado a erosionar la ventaja histórica del oficialismo, lo que ha llevado al Ejecutivo a redoblar su retórica nacionalista y a endurecer su agenda ideológica.