Las urnas hablaron en mayo de 2025. Portugal, Polonia y Rumanía celebraron comicios clave que reordenan sus escenarios políticos y reavivan el debate sobre el rumbo ideológico de Europa.
Luís Montenegro, primer ministro de Portugal. EFE
En Lisboa, la Alianza Democrática (AD), liderada por Luís Montenegro, logró una victoria ajustada con el 32,10% de los votos y 86 escaños. El histórico Partido Socialista (PS) quedó relegado al segundo lugar con el 23,38% y 58 diputados. Pero la sorpresa llegó con el partido ultraderechista Chega, que igualó al PS en escaños (58) y consolidó su posición como tercera fuerza política.
El Parlamento portugués, profundamente fragmentado, presagia una legislatura de alta tensión. Aunque Montenegro asegura tener un mandato claro, necesitará apoyos o abstenciones para gobernar. El ascenso de Chega, con un discurso abiertamente racista y autoritario, cambia el tono del debate político y amenaza con normalizar posturas extremas.
Karol Nawrocki, candidato a la presidencia de Polonia apoyado por el principal partido de oposición Ley y Justicia (PiS), se toma una selfie con sus partidarios en un mitin de campaña en Garwolin, Polonia, el 5 de mayo de 2025. REUTERS/Kacper Pempel
La primera vuelta de las elecciones presidenciales en Polonia mostró un país dividido. El liberal Rafal Trzaskowski, respaldado por el primer ministro Donald Tusk, obtuvo el 30,8%, mientras que el populista Karol Nawrocki lo siguió de cerca con un 29,1%. La segunda vuelta, el 1 de junio, definirá si Varsovia reafirma su compromiso con Bruselas o gira hacia una agenda ultraconservadora.
La alta participación (66,8%) indica un electorado movilizado, consciente del peso simbólico y político de la elección. Trzaskowski representa una Polonia integrada, abierta y aliada de Ucrania. Nawrocki, en cambio, ha cultivado el respaldo del electorado rural y conservador, con promesas de soberanía nacional y control migratorio. El futuro de la democracia polaca está en juego.
Fotografía de archivo de Nicusor Dan, ganador de las elecciones en Rumanía. EFE/EPA/ Bogdan Cristel
En Bucarest, el alcalde capitalino Nicușor Dan derrotó al ultraderechista George Simion con un 54,03% de los votos, en una segunda vuelta marcada por la alta participación y el temor a un giro autoritario. Dan, independiente pero apoyado por sectores liberales y oficiales, ha prometido reformas institucionales, combate a la corrupción y fortalecimiento del Estado de derecho.
Su victoria representa un alivio para las capitales europeas, que veían con preocupación el avance de Simion, líder del partido AUR, de ideología ultranacionalista y euroescéptica. Sin embargo, la base de apoyo de la ultraderecha sigue intacta, especialmente en zonas rurales y marginadas.
Las elecciones de mayo confirman que Europa transita por un momento de inflexión. Mientras algunos países reafirman sus vínculos con el proyecto comunitario, otros dan cada vez más espacio a fuerzas que lo cuestionan. La guerra en Ucrania, la crisis económica y la percepción de inseguridad alimentan discursos radicales.
La pregunta es si los nuevos liderazgos tendrán la capacidad de gobernar en medio de la polarización o si el continente seguirá avanzando, fragmentado, hacia un nuevo orden político.