Sus conferencias diarias como gobernador de Nueva York, plagadas de datos, tono directo y un estilo casi terapéutico, lo catapultaron a un estatus de liderazgo nacional. Fue considerado por muchos como un contrapeso eficaz al entonces presidente Donald Trump y su caótica gestión de la crisis.
Sin embargo, el ascenso fue seguido por una abrupta caída.
En 2021, múltiples acusaciones de acoso sexual por parte de exempleadas lo empujaron a la renuncia. Un informe de la fiscalía estatal concluyó que Cuomo había acosado sexualmente a al menos once mujeres, aunque él siempre lo negó. La presión política y social fue tal que incluso su propio partido le retiró el respaldo.
A esa tormenta se sumó la controversia sobre el manejo de las cifras de muertes en residencias de ancianos durante la pandemia, una mancha que, aunque en su momento no fue judicialmente concluyente, erosionó aún más su credibilidad.
Tras su dimisión, Cuomo optó por el bajo perfil. Se retiró de la vida pública y evitó confrontaciones abiertas con sus críticos. Sin embargo, en los últimos dos años comenzó un proceso gradual de reconstrucción de imagen: apariciones controladas en medios, participación en foros sobre salud pública, críticas puntuales a figuras como Eric Adams y, finalmente, el anuncio de su candidatura a la alcaldía de Nueva York.
Su regreso fue calculado y no exento de riesgos: sus detractores le recuerdan constantemente las acusaciones que lo llevaron a dejar el cargo, mientras que sus seguidores —aún numerosos, especialmente entre votantes mayores y demócratas moderados— lo perciben como una figura con experiencia y firmeza.
Cuomo capitaliza el descontento con la gestión del actual alcalde, Eric Adams, marcada por escándalos, tensiones con el Partido Demócrata y acercamientos con sectores republicanos. Muchos de los votantes que lo respaldan lo hacen más como una opción de orden frente al caos, que como un acto de olvido de sus errores pasados.
La narrativa que intenta construir es clara: un líder que cometió errores, pero que fue eficaz en momentos críticos y que merece una segunda oportunidad frente a lo que considera una deriva política peligrosa en la ciudad.
El actual proceso judicial en su contra por supuestamente mentir al Congreso complica ese relato. Aunque Cuomo niega rotundamente las acusaciones, el tema reaviva los fantasmas de opacidad y manipulación de datos que marcaron su último año de mandato.
Aun así, en un contexto donde la política neoyorquina está cada vez más fragmentada, su candidatura se mantiene sólida en las encuestas. El próximo 24 de junio, los votantes decidirán si la historia de redención de Cuomo logra imponerse o si el peso del pasado vuelve a sepultarlo.