La ciudad de Buenos Aires vivió este domingo una jornada electoral que se interpreta como una prueba de fuego para Javier Milei. En juego están 30 de los 60 escaños de la Legislatura porteña, con unos 2,5 millones de ciudadanos llamados a votar. Más allá del resultado local, el desafío encierra una carga simbólica considerable: medir la capacidad de Milei para ampliar su influencia de cara a las cruciales elecciones legislativas de medio término previstas para finales de año.
Desde su llegada al poder, el presidente ha tratado de aplicar un agresivo plan de recorte del gasto público —la ya célebre “motosierra”— con una representación parlamentaria escasa: su fuerza, La Libertad Avanza, controla apenas el 15% de la Cámara de Diputados y el 10% del Senado. Esta debilidad le obligó, en los primeros meses de gestión, a acercarse a Macri, viejo referente de la derecha argentina, para construir mayorías circunstanciales. Pero esa alianza ha empezado a mostrar fisuras notables.
Uno de los principales puntos de fricción ha sido el intento del oficialismo de llevar a un magistrado cuestionado a la Corte Suprema, una jugada que Macri ha criticado abiertamente. La tensión ha escalado hasta traducirse en enfrentamientos públicos, especialmente durante la campaña en la capital, donde el PRO gobierna de forma ininterrumpida desde 2007. El presidente ha elegido a su portavoz, Manuel Adorni, como cabeza de lista, mientras su hermana Karina Milei, su principal asesora, dirige la estrategia electoral. Pancartas con el lema “Adorni es Milei” tapizan los barrios porteños.
En su discurso de cierre de campaña, el mandatario no escatimó ataques contra su exsocio político. “No voy a perder tiempo en describir las inconsistencias de los amarillos fracasados”, dijo, en alusión al PRO, cuya identidad visual suele asociarse al color amarillo. “Están peleando por el cuarto lugar”, zanjó.
El duelo entre Milei y Macri refleja un fenómeno más amplio, presente también en Europa y Estados Unidos: el ascenso de opciones cada vez más extremas que desbordan a las fuerzas tradicionales y arrastran el tablero hacia los márgenes. En el caso argentino, si el oficialismo se impone en la capital, no solo ganaría peso político sino que se posicionaría como la única alternativa viable al peronismo, la corriente populista de izquierdas que ha gobernado el país la mayor parte de los últimos veinte años.
Macri, consciente del valor estratégico de esta elección, ha arropado a su candidata Silvia Lospennato y ha intensificado su presencia en campaña. En sus intervenciones más recientes, ha cuestionado duramente el estilo confrontativo de Milei y ha reivindicado la importancia del respeto institucional. “No basta con ordenar la economía. Hace falta previsibilidad, fortalecer las instituciones y recuperar el respeto por el otro”, señaló ante sus simpatizantes.
Hace apenas dos años, Macri fue clave en la ascensión de Milei al poder. Le prestó cuadros técnicos, estructura territorial y acceso a sectores del conservadurismo tradicional. Hoy, aquella sociedad parece resquebrajarse, en una disputa que no solo marca el presente de la derecha argentina, sino que puede definir su rumbo para los próximos años.